El trabajador independiente y el futuro del empleo

Nos esforzamos en encontrar cierto grado de estabilidad, en reducir los niveles de inseguridad y ser capaces de organizar y disponer. Está en nuestra naturaleza humana ser capaces de sobreponernos al entorno, sea mediante la planificación o la perspectiva a largo plazo. La fábula de la cigarra y la hormiga refleja bien esta idea de prevenir y este deseo de prepararse para los inviernos. Nos hemos acostumbrado a pensar bajo estas premisas y resulta que la gran recesión nos ha dejado la lección contraria. Es la incertidumbre el principio que rige el sistema sociopolítico, las relaciones comerciales y el modelo económico. La tecnología, además, parece haber acelerado los tiempos. Hace veinte años que acuñamos “blog” (1997). El iPhone no tiene diez años (2007) y WhatsApp cumple ahora siete.

El empleo es el epítome de estas grandes transformaciones que observamos. Por un lado, ahora sabemos que los trabajos intensivos en rutinas serán sustituidos por procesos automatizados y robots. En las fábricas ya se hacen pruebas exitosas. La robotización de las tareas reduce el número de errores en actividades planificadas. Por otro, cuaja la idea de capitalismo creativo basado en la orientación comercial de las invenciones, en la creación de servicios de valor añadido y en el uso de nuevas herramientas de gestión.

En este contexto, leo con interés el informe Independent work: choice, necessity and the gig economy, publicado por McKinsey Global Institute. Es el think tank privado de la consultora, cuyas investigaciones y actividades financia. El documento habla con soltura de “trabajadores independientes” como aquellos que tienen un trabajo autónomo, cuyo porfolio de actividades deciden con libertad en función de sus propios criterios (remuneración, prestigio). Son proyectos cortos, recurrentes y abonados en función de los resultados. El diseño de una web, el litigio por una patente, el alquiler de una habitación, la conducción y el transporte compartido, la publicación de un informe o la dirección interina de un proyecto son ejemplos concretos.

En la industria periodística, el perfil de trabajador independiente se impone. Con unas redacciones menguantes, los diarios y los proyectos periodísticos se alían y emplean esta fuerza laboral para sacar adelante trabajos con cualificaciones especializadas. El periodismo de datos, el periodismo inmersivo y la realidad aumentada, los laboratorios de medios o los desarrolladores de bots tienen este perfil. Aquí puedes leer la historia de Eduardo Suarez, creador de Politibot.

Este nuevo yacimiento de empleo es enorme, de acuerdo con la investigación. Se calcula que entre Estados Unidos y la UE (a 15) podría haber unos 162 millones de trabajadores independientes, entre el 20% y el 30% del mercado laboral. Se diferencian de los freelances convencionales o de los trabajadores externalizados, porque es el propio trabajador quien decide este estilo de vida, porque emplea intermediarios digitales para la obtención de clientes y porque puede combinarse con otros empleos tradicionales. La elección de este uso intermitente redunda en la felicidad de los “agentes libres” que prestan sus servicios. No son millenials, sino una fuerza laboral. Tampoco se concentran en Uber, Airbnb y otras plataformas populares que apenas representan el 4% de los ingresos. Por tamaño, son más importantes los trabajadores que prestan un servicio, la venta de activos, bienes y servicios o el alquiler de los mismos.  Recientemente se acaba de publicar la historia de cómo vive uno de ellos en Barcelona.

España es uno de los países objeto de estudio, probablemente por la precariedad del mercado laboral. Alrededor de 12 millones de personas podrían encajar en este nuevo perfil, que agrega a trabajadores por cuenta ajena, estudiantes, jubilados que necesitan algunos ingresos extraordinarios, personas con discapacidades o receptores de ayudas sociales. Quizás esta vía les permita una incorporación parcial al mercado laboral, compatible con las ayudas, y que mejore sus condiciones de vida.

Entre las consecuencias no deseadas, subrayo dos. El trabajador independiente se hace imprescindible en algunas industrias, porque tiene un conocimiento especializado, habilidades para el negocio y mejora la cuenta de resultados. Estos diseñadores, emprendedores, abogados, médicos o periodistas tendrán un salario muy por encima de la media, en tanto que crean un valor sustantivo. Pero si la creación de valor no es significativa, el salario se depauperará rápidamente. Y no hay manera de controlar los procesos de creación o gestión de valor orientado al cliente. Es el precio de la incertidumbre. El segundo efecto es el sistema de pensiones, el acceso al crédito, el pago de licencias o cualquier previsión financiera a medio plazo. Si no existe una regularidad en los ingresos o en los proyectos, crece la inseguridad.

En suma, el trabajador independiente está aquí ya en el mercado laboral y su figura crecerá en los próximos años. ¿Está preparada tu organización para colaborar con ellos?

 

Exit mobile version