Así como hace un par de años una gran multitud de estudiantes aspiraban a ser doctores o abogados, este honor les corresponde ahora a las carreras tecnológicas, específicamente a los desarrolladores.
Y es que los sueldos de estos profesionales, aunque con disparidades en la región, no dejan de ofrecer una gran alternativa. En 2020, por ejemplo, los ingresos anuales en Colombia promediaba los 11.300 dólares comparado con los 12.800 dólares de los brasileños.
Y estos salarios subirán aún más pues la demanda de programadores crecerá mínimo 65% en los próximos años. Ante esto, gobiernos como el de Colombia establecieron metas para graduar más de 110 mil programadores para 2025 y no son los únicos.
Con edades disímiles comprendidas entre 21 y 38 años y, siendo 77% de ellos hombres, se presenta una gran brecha de género que está lejos de cerrarse a pesar de los esfuerzos de varias empresas y organizaciones. Pero esto no deja de ser un reto que supera la industria tecnológica y toca al sistema educativo.
Los grandes vacíos
A pesar de la expertise técnica demostrada por los desarrolladores de América Latina, existen varios problemas de fondo en sus habilidades blandas, especialmente en dos grandes temas: habilidades de comunicación e inglés.
En Colombia, por ejemplo, solo el 13.5% de los profesionales del sector tecnológico del país domina el inglés. Una situación que se complica cuando más del 90% de las ofertas de empleo en este sector piden el dominio de ese idioma como un requisito.
En lo que se refiere a los problemas de comunicación, se ha encontrado que las universidades han concentrado sus esfuerzos en los conocimientos técnicos, pero no en la forma como los profesionales del sector TIC se pueden comunicar con las otras unidades que conforman una empresa.
Fruto de esta desconexión: los desarrolladores se encuentran solos, con menos conocimiento del negocio, y sin sentido de pertenencia hacia una firma. O incluso aunque sigan trabajando por años en una misma empresa, es probable que se estanquen en nichos aislados sin aportar lo que realmente podrían.
Pero, aun así, el horizonte de los desarrolladores en América Latina luce bien, por motivos que van desde la buena calidad de su trabajo, su bajo costo comparado con otros países y por la inmensa ventaja de compartir la misma zona horaria de países demandantes de talento como Estados Unidos.