Unos dicen que el dinero da la felicidad y otros que la felicidad no se puede comprar. Para Juan Expósito, es más sencillo, el dinero da la «facilidad» para hacer cosas.
Expósito es, ante todo, un soñador con una idea clara: vivir de lo que más le gusta, el teatro. Siempre con nuevos proyectos en mente, es profesor de arte dramático, actor, escritor, presentador… Pero de lo que más orgulloso está es de haber fundado El Ladrón de Patinetes, una compañía teatral, taller de formación actoral y sala de teatro, como él mismo lo define.
Cuando se monta un negocio propio, independientemente de cuál sea el sector de actividad, además de una buena idea, hay que tener constancia, trabajar mucho y no perder la esperanza de salir adelante, «pese a los días sin ingresos, el teléfono que no suena, las salas vacías…», asegura Expósito.
P.- De profesor a dramaturgo: ¿Cómo se da ese paso?
Estudié Magisterio por mi padre, que me instó a hacer primero una carrera “seria” y luego lo que quisiera. Aunque nunca he ejercido en un colegio, reconozco que lo que aprendí me ha sido útil: la psicología, la pedagogía y algunas herramientas que he aplicado a la interpretación.
P.- Hay mucho desempleo en el mundo del espectáculo. ¿Qué hiciste después de terminar Arte Dramático?
Cuando acabé, lo pasé mal, porque nadie me llamaba para darme un papel. Ese momento es crítico; es ahí donde mucha gente tira la toalla, por desidia, por desesperación. Entonces decidí escribir una obra teatral, El umbral de Tánatos, y cuando la finalicé, llamé a muchas puertas, a muchas salas de teatro para que me dejaran representarla allí. Finalmente lo conseguí y fue un completo desastre: solo vendimos dos entradas. Normalmente se va al 50% con la sala en la recaudación, pero hay estipulado un mínimo por cada representación, así que perdí dinero. Mi segunda experiencia fue aún peor: no acudió absolutamente nadie a ver la obra…
Así que, para poder comer, empecé a dar clases de EGB a domicilio. Trabajé en una ONG, en verano trabajaba en Badajoz, mi ciudad natal, tuve que pedir ayuda a mis padres… Y así fui tirando una temporada, pero sin perder el contacto con el teatro, con mi profesión. La realidad es que un actor que no sale en televisión ni en el cine lo tiene muy difícil para vivir de ello. Es tremendamente complicado.
P.- ¿Cómo surgió la idea de El Ladrón de Patinetes?
Simplemente me arriesgué. Siempre me he movido mucho: representar, escribir… ¿por qué no ser profesor de arte dramático? Empecé pagando por el alquiler del local mucho más de lo que ganaba con los grupos de teatro. Pero seguí adelante. El boca-oreja es lo que mejor funciona para promocionar un negocio. Una persona que va a clases de teatro y le gusta y lo cuenta a sus conocidos y amigos es la mejor carta de presentación. Los talleres de teatro desprenden un ambiente de alegría, compañerismo… de ser parte de una gran familia, un lugar donde te lo pasas bien antes, durante y después de cada representación. Así que algunos de los alumnos que tengo y muchos de los espectadores que van a nuestras representaciones son amigos de amigos.
P.- Y las redes sociales, ¿no son una buena herramienta publicitaria y de fidelización?
Sí, con las redes sociales, todo ha cambiado. Es fácil difundir contenidos y llegar a muchísima gente sin ninguna inversión. Y es mucho más limpio que los carteles impresos. El Ladrón de Patinetes tiene perfil en Twitter (@ladronpatinetes), Google +, Facebook y presencia en YouTube. También tiene una página web en la que difundo información sobre los grupos, las obras… De todas las redes, la que más útil me parece es Facebook, por su vertiente de ocio. Los “me gusta” los hacen los usuarios que aprueban tus contenidos o que los conocen. A través de ellas he conseguido mayor asistencia a las obras de teatro y promocionar tanto mis espectáculos como los talleres.
También utilizo el correo electrónico para informar a gente relacionada con el teatro, profesores, amigos… de cada nueva obra que vamos a representar. El precio de cada entrada oscila entre los diez y los doce euros y últimamente solemos actuar en las salas Tarambana y Liberarte. Con lo que obtengo, pago los meses de alquiler del local en verano.
P.- La financiación es un problema para todo el mundo, y también la competencia. ¿Es así en el teatro?
Hay mucha gente interesada en hacer teatro, y muchas más compañías amateur que profesionales, pero la competencia no es un problema. Cuanto más teatro se haga, mejor; más gente se interesará por él. Lo que sí puede ser un peligro es el teatro gratuito, como el que se ofrece en las casas culturales. Pienso que por el arte siempre hay que pagar.
En cuanto a la financiación, aunque el dinero da la “facilidad”, soy poco partidario de las subvenciones y, si se ofrecen, habría que repartirlas mucho. En cualquier caso, no creo que se deban dar para hacer teatro, pero sí para ayudar a promocionar y distribuir las obras que se representan.
Otra opción que ayudaría mucho sería rebajar el tipo impositivo del IVA, del 21 % actual al 4%, como en otros países.
P.- ¿Qué nuevos proyectos tienes en mente?
En octubre empezaré a impartir clases en la Escuela Universitaria de Artes y Espectáculos TAI, lo cual es una gran noticia. Tendré que compatibilizarlo con las clases que doy en El Ladrón de Patinetes.
También me gustaría trabajar en una sala más céntrica, pero el precio del alquiler del local se duplicaría con respecto al que pago ahora… Y, a más largo plazo, mi sueño es tener una sala de teatro propia, y uno de sus requisitos será que tenga bar. No concibo un teatro sin bar, porque es un espacio de relación íntimamente ligado con el espectáculo.
Por otro lado, recientemente he escrito una novela, El carisma perdido, que está a la venta en Amazon, y nunca dejo de pensar en nuevos proyectos…