En estos últimos días, a raíz de distintas conversaciones, me ha venido a la cabeza el cuento “El Rey está desnudo”, y he estado pensando en la vigencia de este cuento aplicado a la empresa actual, donde el Rey Desnudo es ese jefe alejado de la realidad, rodeado de aduladores que contribuyen a aumentar la distancia y donde el resto de la empresa no se atreve a cuestionar sus decisiones, ni a informarle de su desnudez, entendida ésta como errores de su gestión.
Para aquéllos que no lo conozcan, el cuento trata de la vanidad humana y supone un aviso claro para quienes ostentan el poder, con una moraleja para que no se desubiquen por los aduladores –que siempre abundan alrededor de los poderosos– y no se crean investidos de divinos poderes por encima del bien y del mal. “Ser grande y al mismo tiempo humilde es la más grande de las virtudes”, no recuerdo quien dijo esta frase, pero me parece bastante acertada para aplicarla a las organizaciones que luchan por posicionarse como líderes.
El cuento es la historia de un rey vanidoso que creía ser el mejor gobernante del mundo, al que nadie osaba contradecir. No soportaba crítica alguna; se consideraba el más capaz, el más apto y el más inteligente; jamás se dejaba aconsejar por sus asesores o por el resto de los miembros de la corte.
Estoy seguro de que, con poco que cada uno piense y recuerde, a lo largo de su carrera habrá encontrado alguna situación similar a la recogida en este relato escrito hace casi dos siglos. Muchas veces el poder en las organizaciones, y sus dirigentes, están tan alejados de la realidad, rodeados de personas que no se atreven a manifestar sin miedo sus ideas, que al final en muchas ocasiones,las organizaciones acaban “desnudas”, desnudas de talento, escasas en iniciativas o simplemente vacías de los valores de empresa.
Lo anterior creo, nos debería llevar a todos a recordar algo que dijo un sabio, “todo poder termina más temprano que tarde”, como medio para vacunarnos contra ciertos errores de gestión, en no escasas ocasiones, producidos por el mal ejercicio de ese poder, un poder mal entendido.
La segunda reflexión de este post pasa por el mundo de las hormigas y el denominado «remolino circular». Éste se produce cuando las hormigas quedan accidentalmente separadas de su colonia. Una vez han perdido el rastro, obedecen sólo a una regla elemental: seguir a la que va delante, “al jefe”. Por este motivo se produce la deambulación circular y ésta únicamente concluye cuando por azar algunas hormigas rompen la cadena; pues de lo contrario, mueren de agotamiento.
Normalmente las colonias de hormigas funcionan, al igual que la mayoría de las organizaciones, generalmente de manera estable y previsible. Sin embargo, en ambos casos surgen anomalías que provocan problemas, en ocasiones con consecuencias «catastróficas».
Afortunadamente, el comportamiento de las empresas no es equiparable al de las hormigas: son más independientes e inteligentes y están dotadas de capacidad de reacción para la toma de decisiones; lo cual es fundamental para su supervivencia y desarrollo. Ahora bien, en momentos como los actuales, no faltan ocasiones en las que se puede poner en duda la existencia de esa capacidad, básicamente como consecuencia de la falta de una comunicación eficaz y un liderazgo que sepa guiar la organización en condiciones complicadas.
En consecuencia, muchas organizaciones se ven abocadas a reproducir la situación de las hormigas. Es por este motivo por el que hoy más que nunca se necesitan dirigentes que transmitan un verdadero y ejemplar liderazgo, con ideas claras que consigan ganarse la confianza de sus equipos, y capaces de marcar la senda para alcanzar las metas fijadas. Y esto, sin lugar a dudas, pasa por una comunicación eficaz apoyada en la existencia de principios y valores claros.
Generar confianza es lo que evita el «remolino circular» en el mundo de las hormigas o el riesgo de que aparezca un alineamiento en las organizaciones. Por ello creo necesario que, en momentos como los actuales, se haga un esfuerzo en ese aspecto. En base a mi experiencia, la confianza se basa en una serie de principios básicos, que muchas veces por ser de sentido común se olvidan, como son la integridad, la antes comentada comunicación efectiva, la delegación y la consistencia.
Impulsar estas iniciativas puede resolver más de un problema con dos únicos esfuerzos: comunicar de manera eficaz y generar confianza. Y, por supuesto, evitando cometer errores de gestión como los del Rey Desnudo.
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