Aunque la analítica y el Big Data suelen relacionarse con empresas y la academia, tal vez su huella más fuerte se da en la política. Desde campañas de candidatos hasta las nuevas normativas se ven impactadas por el poder de los datos.
Barack Obama es un hombre que no requiere presentación, presidente de los Estados Unidos entre 2009 y 2017. Este político se hizo famoso no solo por su relevancia política, sino también por ser uno de los primeros políticos en usar analítica de datos (Big Data) y modelos predictivos en las campañas presidenciales.
En la primera campaña, de 2008, los demócratas, aunque salieron victoriosos, se dieron cuenta del caos que implicaba manejar bases de datos diversas. Por ello, en la campaña de 2012, se contrató un equipo analítico cinco veces más grande que el anterior, que se encargaría de unificar los datos.
El esmero llegó a tal grado que funcionarios confesaron que llegaron a simular las elecciones 66.000 veces, cada noche, buscando determinar las probabilidades de ganar en cinco estados de la unión americana. Estas cifras desencadenaron medidas concretas en campos de financiación y targeting de la campaña que a la postre salió victoriosa.
El impacto de la analítica de datos
El Oxford Internet Institute lo dice claramente: «Los partidos políticos quieren ganar elecciones. Para ganar elecciones, es esencial entender a los votantes. Para entender a los votantes, los partidos políticos se basan ahora en datos y estadísticas».
A medida que la analítica de datos es más exitosa en política, también se incrementa la demanda por personal capacitado en esta área, incluyendo profesionales de múltiples disciplinas como científicos de datos y ahora los indispensables expertos en Inteligencia Artificial.
De esta forma, los partidos políticos y, en particular, las campañas están entrando en otra carrera para «reclutar» al talento más capacitado para sus bandos. Una nueva modalidad competitiva que apenas está comenzando al mismo tiempo que surgen nuevos riesgos asociados con la desinformación en las redes sociales, como pasó con Cambridge Analytica.
Más allá de las campañas
Si la historia de Obama le parece lejana, existe un ejemplo más reciente del impacto de la analítica en la política y tiene un nombre tristemente célebre: el Covid-19. Los modelos analíticos fueron fundamentales para tomar las medidas de cómo, cuándo y dónde aplicar medidas de confinamiento, vacunas y las nuevas normas legales para asegurar los puestos de trabajo (teletrabajo).
Otro campo más a la mano lo dan las políticas de seguridad en las ciudades. ¿Cuántos policías existen? ¿En qué zona patrullar? ¿Con qué intensidad? ¿Cuál es la percepción de seguridad? Estas cifras determinan la inversión y anuncios de candidatos y funcionarios.
Un ejemplo local de esta tendencia lo representa Ágata, la agencia de datos de Bogotá, que busca guiar las decisiones de los funcionarios así como mejorar la experiencia de las personas con su ciudad, optimizando la gestión y los recursos de las organizaciones.
En otras palabras, la analítica es transversal a casi todas las actividades humanas y estas incluyen la administración de las ciudades y gobiernos y será, junto a la IA, una de las principales tendencias en administración estatal de los tiempos venideros.
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