Una sonora carcajada hubiera sido respuesta habitual al anuncio de financiar un proyecto empresarial con pequeñas aportaciones de muchos suscriptores. Eso ocurría hace muy poco, hoy es un acto de audacia. Y lejos de una moda pasajera, el crowdfunding empieza a ser valorado como una alternativa a la banca comercial: entre el 30% y 35% de los fondos de inversión destinados a proyectos empresariales en 2020 se captarán por esta vía, según estimación de la influyente consultora tecnológica Gartner Group.
Los 18.000 proyectos financiados por la plataforma norteamericana Kickstarter, con un importe global de 320 millones de dólares; ser valorada como la primera tendencia mundial para la financiación de nuevos productos y marcas desde el observatorio Trendwatching; y aun más, la entrada de Google en el accionariado de Lending Club (plataforma de préstamos entre personas) obligan a pensar que algo importante está pasando. Aunque aún de forma tímida, en España también.
La presentación este mes de julio de la Asociación Española de Crowdfunding viste de largo a un movimiento que se viene fraguando desde hace unos tres años. Como explica Xavier Olivella, su presidente, el nacimiento debe servir además de para dar a conocer la fórmula para «promover una legislación que genere confianza en el sistema y un código de buenas prácticas». Según sus estimaciones, en 2012 pudo mover entre 12 y 15 millones de euros, y para este año se habla de unos 30 millones.
Aquí y ahora
A grandes males, grandes remedios. El auge de la «financiación en masa» no es ajena a la realidad. El cerrojazo crediticio, que parece que se prolongará durante todo 2014, ha aguzado el ingenio de los emprendedores siguiendo la estela de Estados Unidos, donde su avance es incontestable. Pero nada de esto sería posible sin el poder de las redes sociales, verdaderos catalizadores de estas iniciativas soportadas por múltiples plataformas especializadas. Ejemplos en España son Lanzanos, Verkami, Goteo, LemonFruits o Worldcoo.
Cómo planear una acción
Para introducirse en el mundo del crowdfunding conviene entender los diferentes tipos de ‘colaboraciones’ o compensaciones que se ofrecen al financiador:
- Donaciones: quien realiza la aportación no espera compensación. Es la fórmula habitual para iniciativas culturales o sociales.
- Recompensa: la contribución recibe alguna contraprestación, puede ser la entrega del producto, el uso de un servicio o incluso algo más simbólico. Por ejemplo, los mecenas que hayan aportado 200 dólares para la construcción del telescopio espacial Arkyd (proyecto de Planetary Reources que ha recaudado 1,5 millones de dólares en Kickstarter) tendrán derecho a observar el espacio durante 30 minutos.
- Acciones: cuando el microinversor recibe como contraprestación una participación accionarial. Aquí se puede incluir también el sistema de royalties, cuando se abona una cantidad proporcional al beneficio.
- Préstamos: concesión de créditos (microcréditos, normalmente) a individuos o empresas a cambio de un determinado tipo de interés.
Diseño
Tener un objetivo bien definido, identificar el perfil del potencial financiador, y saber qué, cómo y dónde comunicar la acción de crowdfunding son los pasos que ha de dar cualquier empresario que confíe a este sistema la captación de fondos. Así lo aconseja Xavier Olivella, quien sólo ve dos caminos para echar a andar: «O se estudian a fondo otras experiencias anteriores para saber cómo actuar, o se busca a un experto que ayude a diseñar la campaña. El crowdfunding ha generado un tipo de profesional muy especializado con el que es importante contar».
Cuantía
De momento el sistema español no da las alegrías de plataformas de referencia mundial como la citada Kickstarter, donde ya no son una rareza los proyectos que captan por encima del millón de dólares. En España un planteamiento realista para los empresarios no debe superar los 50.000 o 60.000 euros, y para los de tipo social o cultural, la cifra puede moverse en torno a los 3500.
Selección de plataforma
Sin duda, una de las decisiones estratégicas en todo el proceso. El sistema de plataformas vigentes ofrece una clara especialización según se trate de acciones culturales, sociales, de cooperación o empresariales. Además no todas han conseguido la misma notoriedad en la Red. Evidentemente, es la propia plataforma la que tiene la última palabra en la selección, ya que parte de su prestigio se lo juega en cada apuesta. Lo habitual es que su mediación tenga un coste del 5% sobre la cantidad conseguida; en el caso de los proyectos benéficos, su comisión suele imputarse a los colaboradores.
Planifica y ofrece emoción
«Estamos en un país muy creativo pero poco planificador, nuestra acción debe ser capaz de aunar los dos valores», defiende Olivella. Partiendo de una buena idea, sólo se conseguirá el resultado si se planifica bien el marketing. En su opinión es importante que la acción se apoye en un vídeo que explique el proyecto y presente a su impulsor: «El 70% de los inversores basan su decisión en emotividad, de ahí que sea tan importante mostrarles lo que quieren ver».
Entre el 30% y el 35% de las acciones que han pasado la criba de las plataformas no consiguen captar los fondos objetivos. Si quieres que el tuyo no engorde la estadística, hay que saber mover el proyecto en Internet, redes sociales y otros medios de comunicación, para lo que es crucial saber construir y contar una historia. Algo que siempre es posible si tienes una buena idea rondándote por la cabeza.
© Imagen | Rocío Lara distribuida con licencia Creative Commons BY 2.0.