Chistes buenos y malos
Me contaron un chiste buenísimo: “¿Qué es un consultor? Es un tipo que, cuando le preguntas qué hora es, levanta tu mano, mira la hora en tu propio reloj, te la dice y luego te cobra por ello”. Todo el mundo se ríe al oírlo contar, es algo normal. El chiste no está nada mal, y en realidad es una muy buena metáfora de la realidad.
Como en todas partes y en todas las profesiones, hay consultores buenos y malos, y también los hay simplemente mediocres. Como es evidente que el término “consultor” tiene algunas connotaciones que tienden a lo negativo, el término suele evitarse y substituirse por otros más elegantes (asesor, consejero, incluso a veces coach).
Ya pero… ¿Qué hora es?
La realidad es que en este mundo tan complejo de las organizaciones (grandes y pequeñas por igual) lo más fácil es perderse, perder de vista el objetivo, perder de vista el camino y hasta perder de vista los pies sobre los que se camina. Mil y una cuestiones desvían insistentemente nuestra atención de lo fundamental. El cortoplacismo diario suele ganar la batalla y acabamos llevados por la organización, cuando en realidad deberíamos ser nosotros los que la lleváramos a ella. Por eso muchas veces hay que parar y pedir ayuda.
Productor al rescate…
En mi faceta de músico (tengo varias…) me considero tan emprendedor como aquel que crea un producto y lanza un negocio (en este caso el producto es música). La música es un ámbito complejo, pero no más que cualquier negocio donde hay multitud de cuestiones que atender (marketing, comercialización, logística, personal, finanzas, etc.). En estos momentos estoy trabajando en lo que será mi primer disco en solitario, y lo que he tenido muy claro desde el principio es que necesito ayuda, ayuda profesional (y no estoy hablando de un psicólogo). Por eso he contado con la ayuda de un productor musical, es decir, un consultor/asesor/coach, cuyo papel es ofrecerme guía y consejo a través de las incontables decisiones, pequeñas y grandes, por las que hay que pasar al crear un disco. Será mi disco, y los beneficios (y pérdidas) serán todos míos, pero no por eso debo empeñarme en hacer las cosas yo solo.
Entente cordiale
Está claro que mi productor no trabaja gratis, y que además en lo musical tiene sus propios objetivos. Nuestra relación, por lo tanto, debe conseguir un equilibrio justo entre lo que yo (el cliente) y él (el consultor) estemos dispuestos a aportar y a obtener a cambio.
Mi productor me sugiere cambios, acordes en los que yo no había pensado, recursos musicales que no se me habrían ocurrido a mí solo. Evidentemente él quiere imprimir un estilo a mi música, por encima de la materia prima que yo compongo. Y en ese estilo yo debo estar de acuerdo. Para que nuestra relación funcione bien hay dos claves:
- Yo debo ser claro en lo que me propongo.
- Y también, e incluso más importante, debo estar dispuesto a cambiar mi propia opinión y considerar sus propuestas.
Sabemos que hay músicos que se llevan mal con sus productores. Eso sucede cuando una entidad que está por encima de ambos (la discográfica) decide quién será el productor. Si no hay entente cordiale, entonces el resultado será un desastre.
Para que nuestra relación con nuestros consultores o asesores o consejeros funcione siempre, debe haber esa transparencia.
Ellos nos traen una visión desde un ángulo que nosotros, como empresarios, no tenemos. Los buenos saben leer la hora en nuestro reloj, y también sabrán decirnos si es el reloj más adecuado a nuestras circunstancias, y qué reloj nos convendrá llevar en la muñeca en el futuro.
Todos los músicos a los que entrevisto habitualmente y que han tenido la oportunidad de trabajar con un productor (con un consultor) me hablan de aprendizaje, crecimiento, evolución y resultados.
Proveedores que son más que proveedores
Últimamente he tenido ocasión de conocer a empresas proveedoras de otras empresas que se han reformulado buscando un posicionamiento más de “productor musical” que de simple proveedor. Con ello añaden más valor, se diferencian de la competencia y establecen relaciones más duraderas.
Así que lanzo esta pregunta: ¿Hasta qué punto podemos nosotros convertirnos en productores de nuestros clientes?
Y, desde luego, esa pregunta lleva a su lado otra igual de importante: ¿Hasta qué punto nos interesa tener proveedores que sean nuestros productores?
Siempre resulta interesante replantearse cosas establecidas. Nuestra relación con proveedores y clientes es una de esas cosas.
Foto @h.koppdelaney, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0