Las buenas ideas siempre encuentran dinero. La afirmación resulta casi cruel en un momento en el que la falta de crédito estrangula a innumerables pymes, pero el emprendedor siempre es tenaz, y cuando unas puertas se cierran hay que buscar otras a las que llamar. En España se están tejiendo unas redes de apoyo a la empresa en donde es posible encontrar ese capital que consiga impulsar tu startup.
Existe un creciente número de operadores -privados y públicos- interesados en apoyar a empresas con alto potencial de crecimiento, y es en el sector de la tecnología donde han identificado su caladero. Hay que distinguir entre inversión privada y pública y/o comercial. Las fuentes de financiación privada cuentan con la ventaja de inyectar capital en la empresa a cambio de la toma de participaciones, lo que aligera la deuda empresarial a cambio de la cesión de representatividad en sus órganos de gobierno. Situación contraria a las fuentes de financiación pública o comercial que, salvo en el caso de las subvenciones a fondo perdido y ayudas de algunas fundaciones, implica la devolución de las cantidades en condiciones más o menos favorables. Una proporción sana de financiación de un proyecto empresarial puede ser contar con un 25% de capital público y un 75% privado.
Fuentes de financiación privadas
Los business angels son una de las figuras emergentes en este entramado. Aunque muchos dudan de su existencia, «haberlos haylos«. En nuestro país se calcula que operan unas 64 redes. Los incrédulos pueden dirigirse a la Asociación Española de Business Angels para recabar información sobre sus 27 socios. Aunque hay excepciones, por lo general se trata de inversores privados que invierten su capital en empresas en fase de capital semilla (seed capital) o de desarrollo inicial (early stages). Los también conocidos como inversores privados de proximidad invirtieron 20 millones de euros en 2012, según Aeban, y muchas de sus apuestas pasaron por las pujantes «puntocom». Lo habitual es que sus operaciones no tengan un tique superior a los 300.000 euros y contemplan un periodo de desinversión de cuatro a seis años.
El venture capital es el otro gran protagonista. Se trata de firmas de capital riesgo especializadas en empresas en fases iniciales, si bien su desarrollo acostumbra a ser más avanzado que las seleccionadas por los business angels. Lo habitual es que estén organizadas a través de fondos de inversión con una determinada filosofía y rango de operaciones que tendría su tope en los dos millones de euros, cifra en la que algunos expertos dibujan la frontera con las entidades de capital riesgo especializadas en grandes operaciones. Su máximo exponente son los megafondos, interesados en operaciones por encima de los 50 millones de euros. Ascri (Asociación Española de Entidades de Capital Riesgo) puede ser una buena fuente de información para empezar a familiarizarse con el funcionamiento de estas firmas.
Por qué invierten
Pero… ¿qué van a exigir los business angels o el venture capital para inyectar dinero en tu empresa? La respuesta es evidente: rentabilidad a su salida. Si algo hay que tener claro es que ni uno ni otro confiará en tu proyecto si no identifica una clara y rentable oportunidad de venta en el plazo estipulado. A cambio recibirás no solo la necesaria inyección de capital, sino también el apoyo de unos ejecutivos altamente experimentados, por lo que -en justicia- su aportación debe ser medida también en términos de asesoramiento.
En la negociación que establecerás para evaluar la conveniencia o no de invertir en tu empresa tendrán en consideración factores muy diversos. A continuación resumo algunos de los más comunes:
- El nivel de compromiso del equipo fundador. O, lo que es lo mismo, que los impulsores del proyecto demuestren que confían en su idea invirtiendo su propio dinero. En el sector se suele hablar de que solo se apuesta por ideas ejecutadas, y es conveniente no llamar a ninguna puerta si antes no has demostrado su viabilidad, aunque sea durante escasos meses. Para ello deberá estar en funcionamiento partiendo de una financiación inicial que permita testearla. Los posibles inversores van a valorar que demuestres que tú y tu círculo de influencia confiáis en el proyecto y, por modestos que sean, deberás tirar de tus ahorros e involucrar a las populares tres efes: family, friends and fools (familia, amigos y ‘tontos’).
- Calidad del equipo gestor. Y no solo es importante que el líder del proyecto sea un avezado empresario, es necesario que esté rodeado de un equipo preparado, motivado y que cubra sus posibles carencias. En contra de lo que sucede en otros ámbitos, estas fuentes de financiación pondrán en valor pasadas experiencias empresariales, incluidas las fallidas.
- La idea. Se valorará su originalidad y el posicionamiento del producto o servicio en el conjunto del mercado. Es importante que la marca tenga un ADN propio y que su saber hacer sea el que busca el cliente.
- Ingresos visibles. La empresa debe haber demostrado su atractivo comercial, si es desde el minuto uno, mucho mejor. En esta área se estudiarán aspectos como la acogida que hasta el momento ha tenido el producto o servicio comercializado, potencial de ventas, versatilidad de comercialización por diferentes canales, capacidad para generación de caja… y por supuesto su índice de rentabilidad sobre el capital invertido.
- Escalabilidad e internacionalización. Dos condiciones hoy más imprescindibles que nunca: solo se invierte en empresas con rápida capacidad de expansión y con conceptos universalizables.
- Escala de costes. Se trata de que la empresa alcance su umbral de rentabilidad lo antes posible. Por eso es muy importante que los costes fijos de la empresa sean los estrictamente necesarios. Este tipo de socios no va a financiar ni sobreestructuras ni nóminas injustificadas. Además es fundamental que el producto ofrezca un alto margen de beneficio, lo que asegura cierta flexibilidad si hay que comercializarlo con descuentos o promociones.
- Autosuficiencia tecnológica. Aunque sorprenda, una debilidad en muchos proyectos de la nueva tecnología. Es muy importante que la empresa controle su base tecnológica y que ninguno de los procesos vitales sea dependiente de un socio estratégico, cuyas decisiones o condiciones puedan poner en peligro la viabilidad futura de la empresa.
Fuentes de financiación públicas y/o comerciales
Como adelantaba al comienzo de este post, no debemos olvidar que la financiación pública puede ser de gran utilidad para los primeros años de vida de nuestro proyecto. Las posibilidades son variadas, por lo que conviene buscar asesoramiento especializado. Para las empresas de perfil tecnológico conviene dirigirse a organismos como Enisa (Empresa Nacional de Innovación), adscrita al Ministerio de Industria, Energía y Turismo y con varias líneas de ayuda ajustadas a los diferentes ciclos empresariales. Por ejemplo, para las empresas creadas en los 24 meses anteriores a su solicitud, este organismo facilita préstamos participativos de hasta 75.000 euros. Del mismo modo, conviene repasar las líneas de crédito del ICO o los programas de CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial).
En este meteórico recorrido no debemos olvidar a la banca comercial. En especial una de sus propuestas menos ortodoxas: los microcréditos. Aunque se trata de un producto con trayectoria, continúa siendo un gran desconocido pese a ofrecer unas condiciones de acceso más relajadas. Aunque su importe máximo no suele superar los 30.000 euros, puede significar esa pequeña inyección necesaria para dar los primeros pasos empresariales.
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