Ganar dinero no es lo único importante para las empresas. Los números deben salir, pero los intereses de las compañías ya no solo están relacionados con sus cuentas de resultados.
La idea de que la responsabilidad social de las empresas pasa exclusivamente por incrementar sus beneficios se atribuye a Milton Friedman, histórico economista defensor de que los límites para las actuaciones empresariales eran los establecidos por la ley.
A su juicio, siempre y cuando se respeten las reglas del juego, cualquier acción está justificada, aunque atente contra los intereses de algún colectivo concreto o del medio ambiente.
Sin embargo, mucho ha llovido desde que el Nobel de Economía en 1976 dictara su doctrina. De hecho, 7 de cada 10 españoles estarían muy o bastante preocupados por el impacto del sistema capitalista sobre las personas, según diversos estudios. Otros señalan que en 2020 los activos sostenibles en España superaron por primera vez a los tradicionales.
Crear valor social a través de grupos de interés
Hoy en día, las empresas deben prestar la misma o más atención al shareholder (accionista) que al stakeholder (grupo de interés). Y en este marco, el Observatorio Empresarial para el Crecimiento Inclusivo ha creado una nueva Guía, en la que se han identificado cinco claves estratégicas para crear valor social a través de los grupos de interés:
Proveedores
Bajo la premisa de respetar los derechos humanos en toda la cadena de suministro y garantizar una compensación digna, se identifican cuatro áreas de impacto: políticas de compra (y pago) responsable y sostenible, formación y desarrollo de proveedores, mejora de la trazabilidad social de insumos y productos, y desarrollo de pymes y proveedores de menor tamaño.
Empleados
Una política responsable de gestión de personas debe incluir la promoción de la diversidad e inclusión dentro de la organización, así como la flexibilidad y conciliación que permita la integración laboral de colectivos vulnerables o en riesgo de exclusión (jóvenes menores de 25 años, personas con discapacidad, inmigrantes, víctimas de violencia de género, mayores de 50 años, entre otros).
Consumidores
La guía recomienda desarrollar productos y servicios más accesibles y adecuados a la capacidad de pago de personas con menor poder adquisitivo o con discapacidad. Para ello, la empresa ha de conocer sus necesidades e incorporar una mirada inclusiva.
Comunidades locales
Las compañías tienen la oportunidad de ser más inclusivas al apostar por contratar a personas de las comunidades en las que operan, contribuyendo al tejido económico local, por integrar a proveedores locales (sobre todo pymes y emprendedores de menor tamaño) en su cadena de suministro e impulsar proyectos de acción social o de filantropía que mejoren sus realidades.
Inversores
La guía identifica cinco áreas de impacto para el desarrollo de inversores con enfoque inclusivo: la integración del impacto social y la sostenibilidad ambiental en la cadena de valor, asegurar el respeto de los Derechos Humanos, fortalecer el gobierno corporativo, medir el impacto social y ambiental, y mejorar la transparencia y reporting del desempeño ASG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza).
Nueva responsabilidad empresarial
Isabel Ortiz, responsable de proyectos e investigaciones en el Observatorio Empresarial para el Crecimiento Inclusivo, asegura que actualmente nos encontramos ante unos desafíos sociales y medioambientales insólitos, que afectan directamente al sector empresarial y que son las propias empresas las que tienen la responsabilidad de apostar por la generación de valor social que contribuya al crecimiento inclusivo en sus organizaciones.
“Esta creación de valor compartido se promueve involucrando a los grupos de interés, actores fundamentales en cualquier empresa. Una compañía debe priorizar a sus stakeholders, comprender la importancia que tienen en su estrategia empresarial, conocer sus expectativas y necesidades, establecer canales de comunicación apropiados y maximizar las prioridades establecidas”, agrega.
Mejorar la confianza y reputación
Según Ortiz, implicar a los grupos de interés en la generación de valor de la empresa supone un interés mutuo y contribuirá a mejorar la confianza y reputación de las organizaciones, logrando crear riqueza e impacto social de forma transversal a través de todas sus operaciones, productos y servicios.
Asimismo, sostiene que desde un modelo de empresa que apuesta por el crecimiento inclusivo, se amplía la mirada poniendo el foco en los grupos más desfavorecidos y en riesgo de exclusión y plantea una nueva forma de entender el propósito empresarial.
Cambio de paradigma
Las transiciones ecológica y digital están promoviendo un cambio de mentalidad que, a su vez, impulsa nuevos modelos empresariales. Muchos trabajadores ya no se conforman con ganar buenos sueldos en compañías financieramente solventes, sino que necesitan sentirse parte de empresas sostenibles que aportan valor a todos sus grupos de interés y generan un impacto positivo al entorno.
Ortiz afirma que existe un cambio de paradigma en el ámbito empresarial y que ahora resulta imprescindible integrar en su actividad los criterios ASG para promover el crecimiento inclusivo desde su actividad de negocio.
“El objetivo de una empresa es ganar dinero, pero también debe contribuir al desarrollo de la sociedad, generando soluciones a los problemas y necesidades de las personas desde su negocio. Por tanto, se puede afirmar la importancia de equiparar la generación de valor económico con la creación de valor social, porque uno sin el otro no puede generar la prosperidad e impacto positivo que toda empresa anhela”, concluye Isabel Ortiz.