Vivimos tiempos interesantes para la innovación. Las ciudades, el marco metropolitano, se han convertido en un actor relevante de la globalización que compite por los flujos de capital, las inversiones, la captación de talento internacional y nuevos modelos de negocio. No es nuevo. En 2002, Richard Florida ya hablaba de la clase creativa y de las transformaciones del empleo, la cultura profesional y el ocio en las ciudades. El urbanismo, apunta el autor, ha creado un capital social que pivota sobre tres elementos: tecnología, talento y tolerancia. La transformación urbana es causa y consecuencia del nuevo modelo económico, que requiere grandes dosis de innovación en diferentes ámbitos. Son los siguientes:
La ciudad del siglo XX se entiende subido en un coche. En el siglo XXI, las macrociudades permiten vivir plenamente en una barriada, sin necesidad de desplazarse para la obtención de los servicios básicos (salud, educación, tiendas, alimentación o parques). El diseño innovador de las ciudades provocará nuevos proyectos de infraestructuras sostenibles: la energía, el sistema de transportes o el manejo de agua requerirán una revisión profunda de los modos de distribución y consumo. Ahí vemos una enorme oportunidad para proyectos innovadores.
La colaboración pública, privada y ciudadana. Casi ningún sector es ya monopolio del sector público. Antes al contrario, veremos más cooperación porque en la sociedad red, apunta Tíscar Lara (EOI), «no se premia al que más sabe, sino al que más comparte«. El poder en las ciudades y el liderazgo de los alcaldes no pasa por la imposición de un modelo o una estructura, sino por la capacidad de cocreación, coinnovación y cogobierno. Solo así podremos competir en la red.
La captación de talento. Emprendedores, innovadores y creativos son el nuevo caramelo de la gestión urbana. Por ejemplo, San Francisco ha probado la figura del emprendedor residente con un programa que persigue introducir la tecnología y la innovación en la vida cotidiana. Los proyectos han contribuido a mejorar la calidad de vida y a mejorar las soluciones de cooperación. Los críticos hablan de cierta privatización de la gestión pública, mientras que los defensores señalan que el sistema burocrático impide la innovación y el emprendedor residente puede acelerar el proceso. Es un dilema evidente.
Nuevas oportunidades de negocio, nuevos yacimientos de empleo. Tras la crisis, ahora sabemos que necesitamos más tejido industrial basado en el I+D, más internacionalización y más tamaño. En los tres ejes, las ciudades pueden actuar como catalizadores, gestores de información o patrocinadores de eventos. Es una oportunidad para la creación de empleo vinculado al territorio, que conforma la producción, la distribución y el consumo principal de los servicios innovadores. También es una apuesta para la captación de inversiones que incrementen el debilitado venture capital por persona. Quienes están detrás del capital riesgo, al final, también necesitan un lugar agradable donde vivir. Explotemos esta idea.
Elige un camino de especialización y diferenciación para el crecimiento. Las ciudades innovadoras, como Londres, Estocolmo o Boston, han creado una propuesta de valor basada en la economía digital. Combinan la creación de un tejido empresarial preparado para estas dimensiones con unos servicios públicos (transporte, equipamiento) de primer nivel. Además, estos centros apuestan por el conocimiento a través de universidades, centros de estudios, escuelas de negocios y otras fórmulas abiertas al aprendizaje permanente. La creación de valor en I+D+i es intensiva en capital, talento y tecnología. Por eso, la ciudad es su entorno natural.
Las ciudades, enclave metropolitano de una actividad económica concreta. El liderazgo está vinculado al éxito. No importa el tamaño, sino la capacidad de ser un referente en un área de actividad económica o industrial concreta. Puede ser la logística, la manufactura, la producción o la intermediación financiera. Cualquiera de esas vías parece acertada y requiere un listado de actividades concretas, que se han de priorizar en la agenda municipal. La innovación necesita recursos para su impulso: anticipemos el cambio. En suma, no cabe el éxito genérico, sino el liderazgo territorial vinculado a un hecho económico. Busquemos cuál es el que conviene a nuestra ciudad.
En síntesis, las ciudades son el entorno natural de la innovación. Provoquemos el cambio para que emprendedores, creativos y talentos internacionales quieran instalarse entre nosotros. La diversidad será buena para todos.
Foto: Michael Caven