Cinco cosas que aprendí cuando llevaba muletas

Para quien no me conozca, contar que en el año 2009 tuve un accidente de moto es, sin duda, uno de los grandes regalos que me ha hecho la vida. Fueron seis meses de baja que supusieron el inicio de una nueva etapa personal. Tuve que hacer mucha rehabilitación física, porque entre otras cosas hube de aprender nuevamente a andar; también rehabilitación mental, porque el cuerpo no se puede recuperar si tu mente no lo hace; y espiritual, para descubrir mi propósito en la vida.

Ese periodo de baja y los meses posteriores fueron de mucho aprendizaje. Por omitir los detalles escabrosos, solo comentar que los primeros meses tuve la pierna derecha escayolada de arriba abajo y, cuando por fin me la quitaron, pasé otro periodo de tiempo en silla de ruedas. En apenas tres o cuatro meses a mi cuerpo se le olvidó caminar y en aquel momento incluso pensé que jamás volvería a hacerlo. Cuando por fin pude pasar de la silla a las muletas, fue todo un logro y adquirí nuevos aprendizajes, que son los que hoy quiero compartir:

Ir despacio

Emprender es ir rápido, vivir en una ciudad es pasar el día acelerado, gestionar una pyme es estresante, tener muletas es no tener prisas. He visto que a veces no es necesario correr tanto, llegar bien es lo importante. En nuestra gestión diaria la rapidez a veces es mala consejera, desemboca en decisiones erróneas, productos mal acabados, clientes insatisfechos. Os invito a que la próxima vez que tengáis prisa, hagáis justo lo contrario que os pide el cuerpo: deteneos un minuto, respirad profundamente y bajad el ritmo. Esto tiene una explicación neurocientífica: cuando el cerebro está muy ocupado, no tiene espacio para «nuevas operaciones», como la CPU de un ordenador que está al 100% de su uso. Por ello y con el fin de conseguir encontrar soluciones y que las cosas funcionen, tenemos que bajar la velocidad para que el cerebro disponga de espacio para pensar y lograr que todo fluya correctamente.

Ir seguro

El primer día casi me caigo al plantar las muletas en unos azulejos resbaladizos. No sólo es necesario tener buenos apoyos, sino también un buen terreno. Los empresarios asumimos riesgos continuamente, vivimos en una constante incertidumbre, así que al menos asegúrate de dónde pisas. Nadie nos puede garantizar los resultados, pero sí al menos podemos evitar situaciones que van a ser complicadas. ¡Ojo!, no hablo de ser conservador ni de falsas seguridades, sino de ir poco a poco por el camino correcto. En este punto deseo invitarte a que en la siguiente decisión que tomes, recuerdes el refrán español: «despacio, pero seguro», que tantas veces hemos oído y tantas olvidamos.

Valorar lo pequeño

La primera semana empleé treinta minutos para recorrer un trayecto de 400 metros. En cada descanso me fijaba en cómo caminaba la gente, sin dar importancia al hecho de andar, como un movimiento totalmente automatizado. Cuando te falta algo, es cuando más lo valoras. Te propongo un ejercicio, en el día de hoy, en tu oficina o en las reuniones que tengas, observa los pequeños detalles, los gestos de personas de tu empresa que pueden parecer insignificantes o de menor importancia, pero que ayudan a que todo suceda y, cuando los vayas descubriendo, agradéceselos.

Descubrir la generosidad de la gente

Sí, todos tenemos un lado bueno; ver a alguien necesitado lo suele despertar. Fue increíble la cantidad de personas que me ayudaron esos días. Te invito tanto a descubrir la generosidad de tu equipo como a ser generoso con los que lo componen, ya que provoca un cambio radical en las empresas. Genera un ambiente de trabajo y una energía que facilitan un aumento de productividad, al haber más conexión y colaboración entre las personas.

Comprender que el tamaño de los obstáculos es relativo

En aquella época, una escalera era un mundo. Hace diez años los trámites para constituir una empresa también me lo parecían, luego lo fue conseguir inversores, después internacionalizar el negocio, luego… En cada etapa tendremos nuestro nuevo obstáculo, pero habremos ido adquiriendo las habilidades para superarlo, así que no desesperes.

Todo esto lo comparto con vosotros, porque estoy convencido de que se puede aprender sin necesidad de tener un accidente de moto. Dicen que el que aprende de sus errores es un hombre sabio, pero el que aprende de los errores de los demás es el más sabio de los hombres.

Foto: Ken Teegardin

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