“Si la silla de Anne Wintour no está ocupada, no hay desfile”.
Esta regla no escrita, pero sagrada en la industria del gran lujo, ya no es de exclusividad para la editora de Vogue. Hoy incluye a nombres como los de Susie Bubble, Bryan Boy o Tavi Gevinson. Son algunos de los blogueros de moda más influyentes del mundo: ellos deciden qué se va a vender.
Los rigores de agosto invitan a relajarnos con un tema que quizá sea menos inocente de lo que aparenta. O eso deben de pensar muchas de las firmas de lujo que agasajan a los blogueros con despampanantes habitaciones de hotel y limusinas hasta sentarlos en la fila uno de sus presentaciones en París, Nueva York o Milán. Estas marcas fueron las primeras en reparar en la influencia de sus opiniones. Bastaba con que alguna de ellas apareciera fotografiada en su egoblog o escribiera sobre una prenda para que volara de las estanterías. Y como prueba de esta influencia solo un dato: la británica Susie Bubble supera las 20.000 visitas diarias en su Style Bubble.
La baby-blogger Tavi Gevinson (tiene 16 años) y el filipino Bryan Boy fueron en 2010 miembros del jurado de los premios del Consejo de Diseñadores de América, uno de los más influyentes de Estados Unidos. Su participación supuso en la práctica la consagración de esta figura en la industria de la moda.
Las marcas más masivas tampoco tardaron en reaccionar «normalizando» su relación con este nuevo poder fáctico. Women’secret lanzó Bloggers Collection, firmada en 2010 por cuatro influyentes it-girls. Una iniciativa que luego ha seguido Mac o Bershka, entre otras muchas. La española Mango ha sido muy activa e imaginativa en búsqueda de alianzas, y alguno de los nombres de más relumbrón nunca falla en sus presentaciones, como hace pocas semanas, cuando se pudo ver a Chiara Ferragni en la presentación de la colección otoño-invierno de la firma catalana.
¿Dónde está su poder?
Pero… ¿Dónde radica el poder de estos bisoños para el mundo de la moda? La respuesta es clara: en que al consumidor le interesan sus opiniones.
Sencillez, independencia, realismo, frescura, presupuestos acordes con el común de los mortales… Las respuestas son variadas aunque todas ellas confluyen en una sola palabra: credibilidad. Sus opiniones y sus outfits (combinaciones de ropa) son creíbles para un consumidor harto de manipulaciones. Por si fuera poco, esta credibilidad llega en un momento en que el 27% de los europeos y norteamericanos consultan en Internet antes de realizar una compra de lujo. El dato se dispara al 58% en el caso de China, siempre según un estudio de la Asociación Comercial de la Industria de Bienes de Lujo Italiana (Altagamma).
Independencia cuestionada
En un momento en que se crean al día 150.000 blogs en el mundo (dato de Technorati), sobra decir que merecer una atención masiva en la Red es privilegio de muy pocos. Los que lo han logrado han sido catapultados al reconocimiento global, convirtiéndose en auténticos iconos.
Así, muchos de los nombres más ilustres del movimiento son fagocitados por el propio sistema y pierden esa independencia que tanto merecía el favor del público. Por otro lado, la rivalidad que mantienen con los periodistas del sector bien merecería un capítulo aparte, si bien es cierto que es común ver sus firmas en las webs y revistas de las cabeceras más poderosas.
No todo está perdido
Una vez más la capacidad de retroalimentación del canal Internet vuelve a sorprender. El boca a boca que mueve a la Red encumbra nuevos nombres, aunque solo algunos de ellos iniciarán su ciclo hacia el estrellato.
De ahí la oportunidad de que las marcas de moda sean capaces de establecer cauces de comunicación y colaboración con estas (o estos) blogueros, consagrados o no, para llegar a sus potenciales clientes con un plus de credibilidad. Un objetivo para el que es imprescindible hablar su lenguaje, el de las redes sociales.
Foto @moriza