Existen multitud de manuales y prontuarios de creación de negocios digitales. En todos, encuentro una guía, una pauta, un sistema para que el camino que va de la idea a la acción sea exquisito. Pues me parece que tal enfoque ofrece una visión (demasiado) optimista de cómo funcionan los negocios y cómo se puede llevar a buen puerto una iniciativa. Más aún, numerosos emprendedores no han tomado la decisión de montar un proyecto, sino que ha sido consecuencia de una situación sobrevenida. Vaya, que no contaban con esa hoja de ruta. Por eso, prefiero descontar del libro de éxito un catálogo de problemas que pueden arruinar tu negocio en la economía digital. Lo sé porque los cinco males me atacan cada mañana y no siempre salgo victorioso.
El estilo del líder
Cada organización y cada coyuntura requiere un estilo de dirección estratégica que se organiza bajo tres fórmulas: anticipación, adaptación y acción (AAA). La hecatombe aparece cuando el líder se cree su propio proyecto y abandona cualquier recomendación o contacto social. El mal de hubris es muy común en emprendedores jóvenes y en las nuevas generaciones de empresas familiares que quieren dar un salto hacia delante. Es menos habitual en las iniciativas lideradas por mujeres. Sin un estilo abierto al cambio y predispuesto al trabajo en equipo, las posibilidades de éxito son escasas. Por favor, abandona cualquier idea de emprendedor en solitario que no necesita capital social para convencer a los inversores, los clientes o los proveedores.
La procastrinación
Consiste en la presunta capacidad de ejecutar más y más tareas al mismo tiempo sin que esto tenga un coste en la calidad final. Es mentira. Los proyectos necesitan horas de dedicación y exclusividad para afinar el producto que se ofrece. Si no se ataja, nunca se va al corazón del negocio, sino a las actividades que ofrecen una satisfacción inmediata. Es la confusión entre importante y estratégico. Hay que huir de las actividades que restan valor y centrarse en aquellas que son diferenciales. Mi recomendación: responde “no” más a menudo.
La planificación
Por exceso o por defecto. Hay que conocer los plazos de ejecución, el tiempo que se requiere para que la clientela te conozca y el músculo financiero para aguantar. La hoja de cálculo tiene que dar números negros en un periodo razonable, pero siendo flexibles ante los cambios inesperados. Me interesa conocer sobre todo de cuánto tiempo dispones para comprobar que la idea de negocio funciona, los clientes crecen y el modelo es sostenible. Sin indicadores de rendimiento, se puede tomar una decisión errónea: cerrar demasiado pronto, mantener una línea de productos o internacionalizarse antes de estar asentados. Mi propuesta: marca objetivos reales, elabora un plan financiero y fija fechas concretas para evaluar el proyecto y reorientarlo, si fuera preciso.
La falta de foco
A menudo pregunto a los emprendedores en qué consiste su negocio. Si dan un titular, es porque conocen cuál es la propuesta de valor, la razón por la cual los clientes aparecerán. Si dan una explicación muy extensa o que recurre a lugar comunes (“somos el Uber de XYZ” o “como un Netflix para el sector”) es que no tienen claro el foco. Focalizar las primeras etapas de un emprendimiento es vital para saber dónde están los clientes, por qué están dispuestos a pagar y qué actividades aportan valor. El resto es accesorio. Mi toque: escribe el foco en un post-it. Muéstralo a tus amigos y a tu quiosquero. Si no lo entienden, vuelve a empezar.
La indecisión
El tiempo para tomar las decisiones se relaciona con las ventanas de oportunidad. Si la iniciativa está enfocada, se aminoran las indecisiones. En cambio, si no hay una visión, se posponen las decisiones estratégicas. No hay que confundir la indecisión con la impaciencia, la imperiosa necesidad de embarcarse “ahora o nunca”. Mi experiencia: tomamos decisiones con información incompleta. Nunca tendremos todo lo que se necesita saber, así que confía un poco en la intuición ¡y en la hoja de cálculo!
En realidad, este es un post optimista. Los cinco problemas que he indicado suponen el reconocimiento de las debilidades de un proyecto y la necesidad de profesionalizar aquellos servicios que nos permitirán desarrollar la idea y convertirla en una iniciativa sostenible en el tiempo. Cualesquiera que sea la industria o actividad económica en la que estás inmerso, el camino no está señalado. Solo algo es seguro: no conviene tomar atajos.