Lucy Kellaway es editora asociada de The Financial Times y una autora de referencia en materia de administración de empresas. Llevo sus podcasts conmigo en el teléfono para los viajes. En ellos plantea cuestiones de actualidad, explica nuevos conceptos, desarrolla las ideas que ha anotado en su columna semanal y entrevista a emprendedores y empresarios de éxito.
Recientemente publicó una columna que me dejó fascinado y sobre la que quiero volver ahora. Se titulaba “Por qué las personas de éxito dicen no”. Es un tema recurrente de conversación en las profesiones liberales, aquellas que tienen flujos y picos de trabajo e incluso hay una charla de TED dedicada al «arte de decir no«.
No, no es un canto al individualismo extremo ni un manual de autoayuda, sino una reflexión conveniente para estos tiempos de prisas, estrés y falsos liderazgos. Es, además un buen alegato para los emprendedores: decir no puede contribuir más y mejor a la construcción de un proyecto, mientras que decir sí a todo puede distraernos del foco de negocio, los clientes y el capital social. Aquí os comparto mis reflexiones.
Decir no significa dividir el tiempo personal del tiempo de trabajo. No podemos eternizar la jornada laboral desde el desayuno hasta las cenas. Necesitamos tiempo para asuntos personales (ir al gimnasio o al cine, pasear, estar con la familia) y que ese tiempo de calidad sea tan provechoso como el que transcurre en el puesto de trabajo. Los compromisos en forma de cenas o comidas nos restan tiempo de desempeño profesional y nos estresan al llegar a casa. Di no a las comidas de tres horas con café, copa y puro. Si es comida de trabajo, basta un sitio tranquilo, un orden del día y una hora intensiva.
Decir no significa ordenar el talento. Hay que decir no a aquello que no sabemos hacer o bien que nos tomará mucho más tiempo del esperado. También hay que procurar que nuestro equipo sepa decir no para que o bien contratemos al alguien con esa capacidad o bien nos dispongamos a aprenderla. Ordenar el talento significa diferenciar entre aquello que es sustancial al negocio y aquello que se puede delegar, subcontratar o que no cree valor añadido. En el catálogo de capacidades de liderazgo, tendremos que gestionar el no en el equipo para que refuerce y no debilite. La clave es escuchar a tu equipo y razonar por qué es mejor que no hagan algo antes que hacerlo mal o a medias.
Las mujeres dicen menos veces no y no es solo cuestión de inteligencia emocional o empatía. Las mujeres emprendedoras tienen los mismos problemas que ellos, pero no actúan igual. Sheryl Sandberg, directora de operaciones en Facebook, recuerda en su libro “Lean In” que las mujeres son menos proclives a decir no porque temen ser peor tratadas en el futuro, tener menos oportunidades de ascenso, menos salario o menor consideración. Algo parecido sostiene Anne Marie Slaughter en su último libro cuando considera que no se han conseguido generar las mismas oportunidades dentro de las empresas. Es la tarea pendiente.
Decir no significa fijar las prioridades y tomar decisiones estratégicas. Saber decir no se basa en la distinción entre aquello que es esencial para el desarrollo del negocio y aquello que es anecdótico, accesorio. Dibuja una línea de tiempo en tu proyecto: ¿necesitas hoy una buena imagen corporativa y presencia en redes sociales?, ¿te compensa asistir a una feria dentro de seis meses? ¿qué vas a aprender en ese curso de formación que dura dos días laborables? Toda decisión comprende recursos, tiempo y dinero. Decir no te ayudará a fijar las prioridades y reducir el ruido en tu trabajo. Usa una simple matriz de Eisenhower, si lo consideras útil. Sí, te costará gestionar una gratificación aplazada y no disfrutar del zapping laboral.
Decir no significa tener una agenda de trabajo individual y compartida. Bloquea los espacios que consideres oportunos y ofrece otros, varios, alternos. Este “no” ayuda a no salir y entrar de la oficina constantemente, a no tomar café de trabajo a cualquier hora en cualquier sitio, a responder a los correos de forma impulsiva, a no permitir que terceros fijen tu agenda. En mi caso, bloqueo los días que tengo clase en la universidad para centrar ahí mi atención y mejorar el rendimiento. También procuro reservar espacio para la vida familiar y a partir de cierta hora, no se contestan correos electrónicos.
En suma, que cada “no” que decimos refuerza los “síes”. Puedes tomarlo por el lado económico y argumentar sobre el coste de oportunidad de cada decisión. O, si lo prefieres – y yo lo prefiero -, puedes inspirarte en la cita atribuida al autor de “El Principito”. Decía Antoine de Saint-Exupery que la perfección no consiste en añadir, sino en quitar. En eso consiste el “no”.
¡Aprendamos juntos!