Hasta que no te enfrentas a un auditorio, no compruebas la distancia que puede separar el pensamiento de las palabras. Día en que también se puede aprender que del mismo modo que el conocimiento te hace erudito, la incapacidad para comunicar puede convertirte en incompetente. Vivir en la era de la información exige mostrar elocuencia en Twitter, pero también en la tribuna del orador. Si no lo has hecho ya, es muy probable que tú pronto también hables en público, y en ese momento agradecerás haberte informado.
Teniendo claro que el éxito de tu exposición va a depender de la habilidad para merecer la atención de tu audiencia, de tu capacidad para transmitir información, pero sobre todo del conocimiento que perciba el público, preguntamos a un experto cuáles son los errores más comunes al hablar en público. Alberto Aguelo, fundador de Avanzo Club de Oratoria, organización donde forma en este arte a profesionales y empresarios, nos da todas las claves.
1. No adaptar el discurso a la audiencia
“Si tu audiencia cambia, cambia tú y adapta tu discurso”. Pensar que te han invitado a un congreso o jornada para ‘vender tu libro’, y que además siempre lo puedes vender igual, es una gran equivocación que incluso puede ser recibida con irritación. Basta con poner interés en conocer a la audiencia con anterioridad para subsanar el problema. Una vez identificadas sus características e intereses, es más sencillo construir el discurso y, por ejemplo, medir el nivel de jerga técnica que vas a utilizar, un médico así lo hace cuando habla para el público en general o para colegas. Aguelo lo recuerda: “No es lo mismo un público de emprendedores que uno muy técnico de un solo sector; uno joven que otro de la tercera edad; o un público que asiste a tu presentación de forma obligada, que uno que se apunta de forma voluntaria”.
2. No sonreír
No importa el tema del que se hable, ni el auditorio, ni la audiencia, “una breve sonrisa conecta de forma eficaz y rápida con tu público”.
3. No tener contacto visual
Los nervios pueden llevarnos a mirar al techo con insistencia o a recrearnos en los zapatos. En otras ocasiones, el ponente pierde su mirada en busca de la necesaria concentración. Con ambas actitudes es difícil reclamar la atención del respetable. Aguelo considera que el “contacto visual entre el orador y el público es vital al empezar la presentación, incluso se puede practicar una mirada de faro, dedicando a cada persona un breve instante”.
4. Emplear varios minutos en agradecimientos
‘Agradezco a la organización que haya tenido la deferencia de invitarme, es para mi un auténtico honor formar parte de….’ Toda la vida quejándonos del aburrido discurso del emocionado actor al recoger su Goya, y en cuanto nos ponen un micrófono delante castigamos al personal con manidos tópicos. Si no contamos con el ingenio suficiente para introducir ese agradecimiento en el discurso de forma original y lúdica (y nunca dedicándolo más de un minuto), lo mejor es callar: “De no ser un acto muy formal u oficial, da las gracias brevemente si lo deseas, y comienza con la temática”, es la recomendación.
5. Postura encorvada
Recuerda que estás en un escenario, “lo ideal es ubicarse en el centro y mantener una postura recta, sobre todo al principio”, insiste Aguelo. El objetivo es doble, facilitar que todo el auditorio vea al orador, pero también que este entre en contacto con la sala para evaluar esa primera reacción. Controlar el lenguaje corporal es clave, “porque puede alejarte de las personas que escuchan”, por ejemplo, cuando se esconden las manos constantemente o se mantiene una postura de brazos cruzados.
6. Uso de constantes muletillas
Mucho cuidado con este vicio del lenguaje que utiliza palabras o frases innecesarias de manera constante. El abuso de expresiones como ‘¿entienden?’, ‘me explico’, ‘por decir algo’, ‘digo yo’, ‘pues nada’, ‘obviamente’ puede arruinar la más brillante exposición de conceptos, de hecho lo hace a menudo, ya que hablamos de uno de los errores más generalizado al hablar en público. Son estructuras que a veces se tienen muy interiorizadas, tanto que quien las dice no se percata de su abuso. La recomendación en este caso es grabar las primeras presentaciones y analizarlas para detectar esos vicios. Una vez identificados, son más fáciles de controlar, una buena técnica es hacer una pausa de un segundo cuando se anticipa el uso de otra muletilla, y continuar el discurso evitándola.
7. No vocalizar
En un país en el que el sistema educativo apenas toma en consideración la oratoria, la declamación o el teatro, es habitual que las personas detecten problemas de vocalización cuando hablan a un auditorio por primera vez. Considerando que no existe ningún problema de dicción que requiera la atención de un especialista, corregir esta deficiencia es cuestión de entrenamiento. Hay muchas técnicas, por ejemplo, trabajar la respiración para fortalecer el diafragma y conseguir que no falte el aire cuando se habla prolongadamente; el que sugiere Aguelo es jugar con trabalenguas.
8. Tono de voz lineal
Un tono monótono en el discurso invita más a echarse la siesta que a escuchar. “Haz énfasis en aquellas palabras o frases que quieras destacar, levanta el tono si quieres animar a hacer algo a las personas, y bájalo en los momentos más emocionales”, otro punto en el que la práctica obra milagros.
9. Falta de energía
Se nota falta de energía cuando el orador no se sabe la temática, no le gusta, la da por obligación o la confeccionó con la técnica del recorta y pega, mantiene Aguelo. “Procura motivarte tú primero si quieres animar después a tu público”, para lo que es imprescindible haber preparado a conciencia la exposición, de no ser así es difícil “mostrar entusiasmo y gusto por lo que se dice”.
10. El síndrome del Powerpoint
Apoyar la exposición en visualizaciones en una pantalla es una práctica habitual y adecuada, siempre que esa herramienta esté al servicio de la exposición, no que la sustituya: “Es una equivocación tener una presentación Powerpoint aburrida llena de texto, del que además se lee constantemente”.
Y para completar estas recomendaciones básicas para hablar en público, puedes incorporar la de la brevedad. Un buen orador se ajusta al tiempo que la organización le ha concedido, para lo que previamente habrá estructurado el discurso adecuadamente, teniendo siempre presente que nadie se queja de que un discurso sea demasiado corto.