Tres principios para construir una Inteligencia Artificial de confianza

Carlos Martínez Miguel    22 noviembre, 2022

La Inteligencia Artificial permite que las máquinas aprendan, tanto de forma supervisada como de forma autónoma. La proliferación de las tecnologías Cloud, la digitalización de imágenes, textos y audios y el desarrollo de IoT (Internet de las Cosas), han permitido reunir los grandes volúmenes de información que necesitan las máquinas para aprender.

De este modo las máquinas, a través de la Inteligencia Artificial, adquieren la capacidad de encontrar patrones y relacionar datos, eventos o variaciones incluso imperceptibles al ojo humano; calcular qué va a suceder en cierto ámbito e incluso dar respuestas a preguntas gracias a la analítica de datos, con el potencial que esto tiene para ayudarnos a encontrar solución a algunos de los problemas de nuestra sociedad.

La Inteligencia Artificial está ya presente en nuestras vidas mucho más de lo que percibimos.

Algunos ejemplos cotidianos de Inteligencia Artificial son los algoritmos que recomiendan contenidos en las plataformas de vídeo bajo demanda, los que previenen y detectan el fraude identificando usos anómalos de las tarjetas bancarias, o los que recalculan la ruta en el GPS del coche en función de las condiciones del tráfico.

También la Inteligencia Artificial ha demostrado su capacidad en ámbitos como la industria, donde previene fallos y averías en máquinas y sistemas para evitar incidentes o paradas imprevistas; la salud, donde tiene numerosas aplicaciones tanto en el diagnóstico como en el tratamiento de enfermedades como el alzhéimer o el cáncer; o la educación, donde permite anticipar al abandono escolar, detectar el talento, o personalizar planes de estudios en base a las capacidades y necesidades individuales de cada estudiante.

Hacia una Inteligencia Artificial responsable

Por tanto, los beneficios de la Inteligencia Artificial son enormes. Nos permite llegar mucho más allá de lo que posibilita nuestra capacidad analítica humana. Esto nos abre grandes oportunidades en el uso de los datos por parte de empresas y organizaciones.

Precisamente su creciente importancia e influencia en nuestras vidas hace necesario el desarrollo de una Inteligencia Artificial responsable en la que los algoritmos pivoten en torno a tres principios imprescindibles: la ética, la transparencia y la explicabilidad.

  • Ética: en tanto los algoritmos adquieren la capacidad de tomar decisiones o influenciar en ellas, tienen que respetar las normas sociales para que sean justas, inclusivas, diversas y respetuosas con la privacidad.
  • Transparencia: para evitar que los algoritmos sean “cajas negras” en las que no sabemos qué ocurre, necesitamos conocer cómo se aplican y cómo funcionan, pudiendo acceder a las fuentes de datos utilizadas y las fórmulas matemáticas empleadas.
  • Explicabilidad: tenemos que poder entender el “comportamiento” del algoritmo: qué resultados está generando y por qué los genera, o por qué toma una decisión o llega a una deducción determinada y no a otra.

Para que un algoritmo sea ético es crítico asegurar que los datos que se van a utilizar para entrenar y enseñar al algoritmo estén libres de sesgos. Que estén conformados de una manera justa, alineados con los Derechos Humanos y ajustados al Estado de derecho, sobre todo cuando tratamos con datos personales.

Principios de ética y transparencia

En este sentido, el modelo regulatorio de la Unión Europea está orientado en esta dirección y los organismos públicos y las grandes empresas están centrando sus esfuerzos en ello. Como en el caso de Telefónica, que publicó en 2018 sus Principios éticos sobre el uso de la Inteligencia Artificial.

Es necesario que los niños en edad infantil aprendan también sobre pensamiento computacional, algoritmos e Inteligencia Artificial.

Para cumplir con los principios mencionados, es clave mejorar el nivel de conocimiento de la población sobre inteligencia artificial, invirtiendo en educación en este ámbito. Es necesario que los niños en edad infantil, igual que reciben cada vez más formación en programación e informática, aprendan también sobre pensamiento computacional, algoritmos e Inteligencia Artificial.

Estos principios de ética y transparencia son críticos para construir una Inteligencia Artificial responsable. También inclusiva, que fomente la igualdad de oportunidades y que impulse el progreso económico y social. En definitiva, una inteligencia artificial al servicio de las personas, que contribuya a construir una sociedad mejor.