¿Qué podríamos conseguir si tuviéramos poderes como los superhéroes y fuéramos capaces de mover objetos a nuestro antojo? Estas acciones dejan de ser telequinesia o ciencia ficción para convertirse en una realidad cada vez más tangible.
Vamos sentando las bases a medida que se afianzan avances tecnológicos tales como la evolución en las comunicaciones vía radio, tanto a baja como a alta velocidad; el desarrollo de nuevos dispositivos, la capacidad de almacenar información en la nube, el acceso a herramientas on line que permiten gestionar volúmenes ingentes de datos o la aparición de aplicaciones para controlar la presión arterial o los movimientos que realizamos en la recuperación de articulaciones recientemente intervenidas, por ejemplo. Utilizando el símil Máquina a Máquina, lo podríamos llamar la comunicación Cuerpo a Máquina (C2M), ¿o debería decir Biomáquina a Máquina (BM2M)?
Hasta aquí nada nuevo, todos conocemos su viabilidad y lo que aportan en la evolución de pacientes desde sus casas, con el consiguiente ahorro de tiempo, dinero, y desplazamientos innecesarios, lo que contribuye también a la sostenibilidad.
Sin embargo, en plena batalla campal de dispositivos inteligentes, con el auge del fenómeno multipantallas y la aparición de nuevos interfaces, se vislumbra un rival sin competencia: inteligente por definición, gratuito, portátil, con un enorme potencial para la innovación, un peso algo mayor que el de los aparatos que actualmente utilizamos…, y se carga con glucosa. Viene de serie: nuestro cerebro.
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El hecho de poder comunicarnos a través de sensores que posibilitan el envío, interpretación y reproducción de las órdenes enviadas desde nuestro cuerpo incluyen también al cerebro.
Los proyectos que se llevan a cabo en el ámbito de la comunicación cerebro-máquina no son tan mediáticos, bien porque sus desarrollos aún están en fase muy experimental, o porque implican a un segmento más reducido de la población. Éste es el caso de estudios dirigidos a tetrapléjicos en los que electrodos aplicados al cerebro lesionado adquieren, procesan e interpretan las señales cerebrales para llevar a cabo movimientos sencillos reflejados en exoesqueletos o robots.
Pero los avances van más allá. Hasta hace muy poco partíamos de la premisa de que las neuronas con las que nacíamos eran las que nos acompañaban a lo largo de toda nuestra vida, que no sólo no se regeneraban sino que, por el contrario, podíamos perder la actividad de las existentes. Pues bien, puestos a darle la vuelta a todo lo que nos rodea ocurre que, investigaciones recientes han arrojado un sorprendente hallazgo: la “plasticidad neuronal” y la neurogénesis, o la capacidad del cerebro de “crecer” añadiendo células adicionales y modificando la intensidad en la función de sus neuronas. Esto permitiría reactivar las funciones alteradas en nuestro cerebro y corregir las anomalías que pudieran producirse.
¡Neuronas que podemos modelar como un metal dúctil! ¿No parece de ciencia ficción? Pues no, la recuperación de las funciones neuronales para determinadas acciones es lo que se cuestionaron los psicólogos infantiles para el tratamiento del TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad): por medio de la recreación de patrones de comportamiento de estas células pueden corregirse las disfunciones que se presentan en la atención. De nuevo sensores y dispositivos aplicados al cerebro humano, que les han permitido desarrollar ejercicios de concentración del niño frente al ordenador.
Para ello utilizan sensores similares a los empleados en un electroencefalograma (EEG) capaces de detectar un patrón electroencefalográfico asociado a la atención. De esta manera los terapeutas desarrollan juegos y actividades que permiten al niño, que porta estos sensores en su cabeza, realizar las pruebas que se le exigen prestando su máxima concentración frente a la pantalla del ordenador, sin necesidad de otra interacción que las señales cerebrales lanzadas a través de los sensores de biorretroalimentación. Sin más movimiento que su actividad cerebral encauzada en la máxima concentración. En el momento que el individuo conoce el patrón EEG que refleja su atención puede aprender las pautas para modificarlo, en unas treinta sesiones de media hora aproximada cada una. ¿Hay algo más parecido a un superhéroe?
Si consiguen corregir la más mínima lesión, sin duda el esfuerzo habrá merecido la pena. Investigadores, desarrolladores, terapeutas, tutores y pacientes verán recompensada su dedicación.
Pero el campo de la comunicación Cuerpo a Máquina no termina aquí, aventurémonos más allá. Si conseguimos actuar sobre una máquina con solo los inputs de nuestras señales cerebrales podremos hacerlo también con los dispositivos que habitualmente utilizamos: tabletas, televisores, máquinas de calor y frío, etc.
En la actualidad hasta el marketing habla de un nuevo paradigma: el neuromarketing. Si antes la secuencia de actuación esperada en el comportamiento de los consumidores era: "pensar, actuar, sentir", ahora se plantea "sentir, actuar, pensar", muy en línea creo con la comunicación Cuerpo a Máquina, porque si en algo nos caracterizamos los humanos es precisamente en eso: sentir.
Imagen: Saad Faruque

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