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¿Metodologías ágiles o enfoque tradicional?: casos de uso

Tal y como comentaba en mi artículo “Gestión de proyectos en la era de la transformación digital”, los jefes de proyecto no son ajenos al cambio de época en el que nos hallamos inmersos.

Agile, Scrum, Kanban, Lean, Design thinking… En la actualidad existen múltiples alternativas a la hora de gestionar un proyecto. Pero, ¿cómo elegir la metodología más adecuada para el éxito del mismo? ¿Qué preguntas hay que hacerse para tomar la decisión correcta?

Hay muchas opiniones al respecto, a continuación me detendré en algunas de ellas.

Para comenzar, es preciso estudiar el entorno en el que se va a desarrollar el proyecto:

  • ¿Es un entorno de alta incertidumbre, volatilidad, complejidad y/o ambigüedad? Si es así, puede que la mejor forma de abordar el proyecto sea mediante una metodología ágil.
  • Equipo de trabajo: ¿cómo ha trabajado hasta el momento?
  • Experiencia: ¿qué tipo de metodología ha dado anteriormente mejor resultado para proyectos de características similares?
  • Compañía: ¿qué es más importante en su entorno? Personas, tecnología, procesos… En un entorno ágil se concede mayor importancia a las personas mientras que en otro tradicional el protagonismo lo copan los procesos.

Llegados a este punto ya es posible tener una idea inicial de por dónde encaminar la gestión de un proyecto, pero se puede ir un paso más allá y analizar su ciclo de vida para determinar la decisión final:

Requisitos: si estos están definidos por adelantado, antes incluso de comenzar, se podría trabajar con una metodología en cascada pero si van a ir surgiendo durante el transcurso del proyecto, se trataría de un proyecto cuya evolución será mejor si se usan metodologías ágiles.

Entregas: podrían darse distintos escenarios desde una única entrega final hasta entregas incrementales previamente valoradas por el cliente, en cuyo caso se solventaría mejor mediante una metodología ágil.

El cambio: también dependerá del proyecto. Éste es restringido en metodologías en cascada mientras que en metodologías ágiles se incorpora en tiempo real.

Los grupos de interés (stakeholders): hay que plantearse cómo se van a incorporar al proyecto: ¿continuamente?, ¿solo en el momento inicial?, ¿en momentos concretos?

Riesgos y costes: ¿es posible controlar los riesgos conforme vayan surgiendo o debe haber una planificación detallada de los mismos?

En resumen, podríamos decir que conviene aplicar una metodología predictiva o en cascada cuando se tiene claro lo que hay que hacer y cómo. Las metodologías ágiles, por su parte, son adecuadas cuando se trata de descubrir lo que hay que hacer y de qué manera.

Pero en ambos casos no hay que perder de vista que para aplicar cualquiera de ellas no solo hay que conocer la teoría, sino tener la predisposición, la mentalidad adecuada.

Por último, podría llegarse a la conclusión de que un proyecto tiene diferentes marcos de trabajo y posibilidades y encaja tanto en un entorno agile como en otro cascada: estaríamos ante un entorno híbrido, en el que se usarían metodologías tradicionales cuando se sepa qué hacer y de qué forma y metodologías ágiles en aquellos aspectos en los que haya incertidumbre.

Obviamente, en todo este proceso cambia el rol del jefe de proyecto, que pasaría de un papel de gestión y control en las metodologías tradicionales a convertirse en un facilitador en los entornos ágiles, como contaré en un próximo post.

Imagen: craigwbrown

Ingeniera técnica en Telecomunicaciones, certificada PMP® (Project Management Professional) y en LEAN IT Foundation. Trabajo en Telefónica desde 1996 en distintas áreas: Soporte técnico, Jefe de proyecto, Ingeniera preventa, Ingeniera especialista en redes LAN y ahora he emprendido nuevo camino como Agile Coach en la Dirección de Cultura, Talento y Comunicación Interna. Me apasiona la formación y he sido reconocida como profesora 10, en la Escuela de excelencia técnica de Telefónica.

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