"Inteligencia artificial expresiva": ¿es arte u otra cosa?

Pocas cosas pueden parecer tan lejanas como el sentimiento y la expresividad de un cuadro de Picasso o una sinfonía de Mozart frente a la frialdad de un algoritmo matemático que procesa ingentes cantidades de datos dentro de un superordenador. Sin embargo, a lo largo de toda la Historia el arte y la tecnología han estado muy relacionados y esta última ha resultado una ayuda fundamental en su evolución. Por ejemplo, hasta 1700, los materiales de los pigmentos de los cuadros eran puramente naturales: carbón, tierra… Luego, gracias al avance de la química, aparecieron nuevos colores en la paleta de los pintores como el blanco del titanio o los amarillos del zinc, hasta que ya en el siglo XX llegó la pintura acrílica, cuyo secado rápido posibilitó nuevas maneras de pintar. O pensemos en el cambio que ha supuesto para la música la aparición de los distintos sistemas de grabación, que sacaron  la música de las grandes salas de conciertos para llevarla a cada una de nuestras casas, lo que condicionó incluso la aparición de nuevos estilos musicales como la música pop. Precisamente estos días y hasta el próximo 22 de enero hay en Fundación Telefónica una exposición sobre la historia del registro músical.

Sin embargo, como en tantos otros órdenes de la vida, la tecnología va camino de revolucionar por completo todas las artes. Ya se habla de la “inteligencia artificial expresiva”, entendida como la ciencia e ingeniería capaz de crear máquinas inteligentes que no solo puedan percibir su entorno e interactuar con él, sino que además puedan comprender lo que han creado y convertirlo en una obra de arte. Como resultado, ya tenemos unos cuantos “ciberartistas” entre nosotros.

En ese grupo está Watson, el superordenador de IBM, que ha creado un algoritmo basado en inteligencia artificial llamado Beat, que ha sido utilizado por Alex da Kid (el productor de Rihanna, entre otros) para crear la canción: Not Easy, lanzada recientemente con gran éxito. En realidad, Watson no escribió la canción, sino que generó la base sobre la que se inspiró el productor. Watson examinó las melodías, el ritmo y las letras de miles de canciones de los últimos cinco años, así como decenas de millones de reacciones en redes sociales a las mismas. Así, mezcló tendencias sociales y teoría musical para conseguir modelar las emociones que siente la gente al escuchar determinados tipos de canciones. De hecho, Watson sugirió incluso la ambientación del vídeo que acompaña a la canción.

Los ordenadores también se atreven con la pintura. En la galería Looiersgracht 60, de Ámsterdam, se expone un cuadro de Rembrandt pintado 347 años después de la muerte del pintor… por un software de reconocimiento facial y una tecnología de impresión 3D que estudió 168.263 fragmentos de 326 obras de Rembrandt. Tras ese detallado análisis, se creó el retrato de un hombre de unos 30 años, con perilla y con sombrero negro que mira hacia su derecha. Una pintura con varias capas y 149 millones de píxeles que tiene, sin ninguna duda, todas las características de un rembrandt.

También hay ciberartistas que hacen sus pinitos con la literatura. En marzo de 2016 se entregó en Japón el premio literario Nikkei Hoshi Shinichi, en honor a un famoso escritor local de ciencia ficción. Entre los finalistas estaba la obra “El día que un ordenador escribe una novela”, que superó la fase de selección hasta llegar a la final, aunque no ganó el premio. Efectivamente, el libro había sido escrito por un ordenador de la universidad de Hakodate con cierta ayuda humana por parte de los profesores de esta institución, que le aportaron palabras y características de los personajes para que los empleara en la novela. El relato termina así, como una especie de premonición: “Me retorcí de alegría, que experimenté por primera vez, y seguí escribiendo con entusiasmo. El día que una computadora escribió una novela, la máquina, dando prioridad a la búsqueda del placer propio, dejó de trabajar para los humanos”.

Igual para escribir una novela todavía no están muy preparados, pero sí que hay algoritmos que predicen si una novela será un bestseller o no. ¿Qué tiene El Código da Vinci que no tengan otras historias para vender 80 millones de ejemplares? Eso se explica en el ensayo The best seller Code. Un algoritmo ha analizado más de 20.000 novelas publicadas en los últimos treinta años y ha estudiado qué patrones comunes tienen los libros de éxito: protagonistas principalmente femeninos y de carácter, que emplean ciertas palabras más habitualmente que otras (por ejemplo, dicen que utilizan profusamente la palabra “necesitar”- need), y curiosamente, que suelen tener un perro como mascota…

Pero ¿podemos llamar arte a todas estas obras creadas por un ordenador? El debate es casi más una discusión filosófica acerca de qué es y qué no una obra de arte. Mi opinión es que es muy probable que un algoritmo basado en inteligencia artificial pueda crear “obras de arte” que interesen a una mayoría del mercado, pero no será un tipo de arte creado para compartir belleza o expresar un sentimiento, sino que más bien seguirá una fórmula para asegurar el éxito masivo aunque para ello la calidad pase a un segundo plano, como ya adelantaba Orwell y recogía un compañero en “El poder del algoritmo en la recomendación cultural”.

Imagen: 3Dalia/shutterstock

Ingeniero de Telecomunicaciones por la UPM, diplomado en Administración y Dirección de Empresas en la UNED y MBA Executive por el Instituto de Empresa. Actualmente trabajo como Product Manager de servicios Cloud en Telefónica Tech. Soy muy futbolero (por supuesto, del Real Madrid ), si bien me gusta seguir y practicar todo tipo de deportes (es fácil que me veas en una carrera popular por las calles de Madrid). Aunque mi verdadera pasión es disfrutar de una buena conversación con mis amigos o mi familia.

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