Lo sensato a estas alturas es que las distintas organizaciones estén inmersas en procesos de transformación digital. En unos años ha pasado de verse como una idea o proyecto a convertirse en una realidad, con diferentes grados de implantación y avance.
La implementación de herramientas digitales en nuestro día a día, ha habilitado (y sigue haciéndolo) nuevas formas de trabajar y un rediseño de la estructura de los equipos, dado que las soluciones con las que se construyen en este momento los entornos de trabajo los dotan de mayor flexibilidad y agilidad. Así surge la figura del digital worker.
La siguiente vuelta de rueda es el smart worker, un concepto que se abre paso impulsado por la experiencia de empleado y en el que la empresa pone el énfasis no en la presencia, sino en el desempeño y cumplimiento de objetivos.
Este planteamiento implica una conectividad plena para trabajar en el lugar más adecuado en cada momento, en el que los tiempos están marcados por las necesidades o los espacios de la oficina asignados por actividades. Se caracteriza, en definitiva, por un uso “inteligente” de las herramientas digitales, que lleva asociada una nueva forma de concebir el empleo y una cultura organizacional distinta.
Esta re-evolución depende de cada uno (aprovechar todas las posibilidades de las herramientas digitales implica conocerlas y desarrollar nuevas habilidades: trabajo en red, grupos de trabajo virtuales…), si bien las organizaciones deben facilitar a sus trabajadores los medios necesarios para dar ese salto cualitativo. Parece un paso lógico cuando lo smart marca nuestro día a día: los móviles se han convertido en smartphones, las ciudades aspiran a ser smart cities, las smart tv sustituyen a las teles, o los relojes dan paso a los smart watches…
Pero, ¿cuáles son las bases para trabajar como un smart worker? La condición sine qua non es cloud, que la tecnología esté al servicio del negocio y de la persona, en este caso el trabajador.
- Más comunicación: más abierta, flexible, cercana y sencilla. Esto es posible gracias a la evolución de la comunicación a entornos cloud, en los que ya no hay que depender de una extensión fija o móvil, hay un número único.
- Trabajo colaborativo: pasar de silos tecnológicos a entornos dinámicos en el que compartir y editar contenidos online o firmar documentos a distancia nos permita ganar agilidad. En donde la ubicación geográfica ya no es una barrera para poder “ver” a nuestro equipo de trabajo gracias a las soluciones de videoconferencia.
- El acceso a la infraestructura, plataformas o software como servicio proporciona la inmediatez y los servicios acordes a las necesidades de cada momento. Se trata de tener los pies en el suelo y optar por vivir en la nube.
- Ayuda de la inteligencia artificial: el entorno de trabajo evoluciona progresivamente para incorporar más herramientas basadas en machine learning como asistentes virtuales, y los trabajadores desarrollarán habilidades para su uso e incorporación en sus rutinas diarias.
- Seguridad de la información: como principal activo en este momento es vital su correcta protección y gestión.
En definitiva, la movilidad y flexibilidad horaria, el trabajo por objetivos y el uso masivo de las nuevas tecnologías son las tres dimensiones que hacen posible el smart working, la nueva fórmula que busca incrementar la productividad y la satisfacción de los trabajadores.
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