Decisiones cotidianas basadas en datos: data-driven life

AI of Things    26 septiembre, 2018
Post escrito por José Luis Orihuela, profesor universitario, conferenciante y escritor. Analiza el impacto de las innovaciones tecnológicas sobre los modos y los medios de comunicación. Autor de Los medios después de internet.
 
Una de las consecuencias más fascinantes de la hiperconectividad es que los usuarios de las redes estamos tomando cada vez más decisiones basadas en datos, aunque el proceso quede disimulado por interfaces tan amigables que nos acaba resultando completamente natural.
Los algoritmos de los buscadores y de las plataformas sociales que utilizamos a diario se alimentan de nuestros datos y nos devuelven datos agregados, procesados y refinados de tal forma que hemos dejado de verlos como datos.

Desde el buscador que corrige nuestra sintaxis y selecciona diez resultados entre cien millones, hasta las contenidos que aparecen en el timeline de nuestras redes sociales favoritas como por arte de magia, todo se basa en datos que nos ayudan a tomar decisiones cotidianas.
La música, las películas, las series y los libros que nos sugieren los algoritmos de recomendación de los portales especializados, así como los hoteles y restaurantes que nos proponen las guías de viajes virtuales, se alimentan no solo de nuestro historial y grafo social, sino también de la inteligencia de datos de miles o millones de usuarios.
Es la capacidad de recolectar, agregar y refinar datos de modo masivo lo que confiere valor a los servicios “sociales” que las redes y los móviles nos acercan de forma permanente.
Sobre esos datos vamos tomando decisiones todos los días por lo que nuestra vida, al decir de la revista del New York Times, se ha convertido en «The Data-Driven Life».
Aunque en los entornos corporativos ya resulta habitual hablar de gestión, toma de decisiones y marketing basado en datos, todavía no terminamos de hacernos cargo que también en los ámbitos personales los procesos de toma de decisiones están cada vez más condicionados y enriquecidos por datos, incluso cuando “dialogamos” con un altavoz inteligente.
A medida que la internet de las cosas se extiende a dispositivos de uso cotidiano como los relojes inteligentes y los medidores de actividad física, las métricas personales de cada usuario entran en una escala de datos masivos cuyo procesamiento y visualización orientan la toma de decisiones sobre aspectos como las horas de sueño, el consumo de calorías, el control del peso, el ritmo cardíaco y las distancias a recorrer.
Las estadísticas que rodean toda nuestra actividad en las redes sociales, a veces hasta extremos obsesivos, también son datos sobre los que tomamos decisiones. Hemos aprendido a golpe de likes, qué fotos funcionan mejor, con qué filtros y palabras clave y a qué hora hay que publicarlas…
Aunque seguiremos tomando decisiones personales a partir de la experiencia, el razonamiento y las emociones, es bueno reconocer que los datos (revestidos con interfaces amigables) ya forman parte del modo en el que la tecnología nos ha impulsado a relacionarnos con nuestro entorno.
Si aprender a leer y a escribir mediante enlaces de hipertexto fue la alfabetización requerida para vivir en el mundo que creó la Web, aprender a leer, visualizar e interpretar datos serán las destrezas necesarias para vivir en un mundo hiperconectado.

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