Cloud no es una nube, sino toda una atmósferaÁlex Moreno Asuar 22 julio, 2015 Haciéndose eco del informe “Las soluciones digitales en la empresa española” una compañera escribía en este mismo blog que el crecimiento significativo en presupuestos digitales en las empresas en los últimos tiempos se debe en parte al poder de arrastre que ejerce que el 27 por ciento de los líderes digitales se consideren por encima de la media de su sector. Durante la elaboración de mi Trabajo Final de Grado sobre “El valor financiero de los proyectos de computación en la nube”, sobre la que se publicará una entrevista mañana, leí un estudio muy interesante, basado en una encuesta a numerosos CIO, que mostraba cómo uno de los principales motivos de la adopción de cloud era “porque mis competidores lo hacen”. Parece que cloud está de moda, y el sector tecnológico no es diferente en este sentido. Respecto a si quedan aún muchas organizaciones a las que convencer sobre cómo impactan las TIC en el rendimiento empresarial o el tsunami de la transformación digital ha disipado las dudas yo lo explicaría así: si la nube aporta ventajas competitivas y el mercado es un juego de suma cero, donde la cuota que unos ganan es porque se la quitan a otros, a una compañía no sólo le interesa subirse a la ola de cloud para ganar en competitividad, sino porque si sus competidores directos lo hacen y se vuelven más rápidos y eficientes, ella puede quedarse atrás y perder cuota de mercado. Con el tiempo la nube se impondrá definitivamente, y entonces ya no se tratará de adaptarse para ganar en competitividad, ¡sino para no perderla! Y si hablamos de la transmisión de las ventajas de la nube al rendimiento de la organización para obtener mejor resultado con el mismo coste o el mismo resultado con un coste menor. ¿cuál es la fórmula mágica: nube pública, privada, híbrida, para aplicaciones críticas, otras, para todo? La nube es suficientemente flexible como para adaptarse a las necesidades de cada organización en particular. La nube pública resulta muy útil para empresas de desarrollo de software y para proyectos de emprendimiento, mientras que la nube privada es conveniente para empresas reguladas de sectores como el financiero o el de defensa. Para el resto, la gran mayoría, la realidad del mercado demuestra cómo se imponen las nubes híbridas: recursos de computación estables configurados en arquitecturas cloud en las instalaciones corporativas o en proveedores de primer nivel, enlazados con recursos on-demand localizados en nubes públicas para atender situaciones de desbordamiento o necesidades puntuales. Afortunadamente, cloud no es una nube, sino una atmósfera, un ecosistema repleto de nubes disponibles para todos los gustos. Cloud se ha definido como la “quinta revolución del mundo TIC” y lo cierto es que implica un cambio profundo en la organización, una nueva manera de hacer las cosas, con difícil marcha atrás. Transforma la visión de las TIC, que antes eran una inversión necesaria respecto a la cual una empresa nunca sabía si se quedaba corta o se excedía, en un gasto corriente que, gracias a la nube, se adapta a sus necesidades en cada momento. Se paga por lo que se consume, en definitiva. Y esto es disruptivo porque representa una manera completamente diferente de abordar el despliegue de proyectos TIC, propiciada por la democratización de las tecnologías de banda ancha de alto rendimiento. Imagen: Pacheco El coche conectado pisa fuerte el aceleradorEl valor financiero de los proyectos cloud ya tiene un modelo microeconómico
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